7/9/20

Modelos de relación - Escala de Grises #1

Hoy comienzo esta sección de posts dedicada a mostrar, en la medida de lo posible, la escala de grises que se esconde en los debates polarizados de redes sociales. En muchos casos los temas se desvirtúan y se deforman a base de confrontar una postura con sus antípodas, como si no existiese un punto medio entre ambas, cayendo en simplismos y argumentos limitados, reduciendo drásticamente la posibilidad de llegar a un entendimiento o que el debate sea productivo. 
Se busca tener razón, no encontrarla, por lo que da igual cuál sea dicha razón, lo importante es poseerla y que todo el mundo lo sepa.

El tema de hoy gira en torno a las relaciones sentimentales, el eterno debate entre si las relaciones ideales son las monógamas o, por el contrario, lo son las relaciones abiertas. La cuestión es ¿existe un tipo de relación ideal universal? ¿Acaso uno de estos dos posicionamientos es capaz de mostrarse sin fisuras ante el otro? 
Intentaré aclarar cuáles son los matices relevantes en todo ese amplio campo que nadie se atreve a pisar: el de las concesiones. 

Resulta evidente, aunque al parecer también necesario, que las relaciones sentimentales (y las interpersonales) deben adaptarse a cada persona y al contexto en el que se dan, por lo que ya de base es inútil hablar de relaciones buenas y malas en términos generales, pues lo que puede ser bueno para unas personas podría ser malo para otras y esto podría cambiar en otro contexto.
Sin embargo, creo necesario ir más allá de esto, incidir en qué puede llevar a un tipo de relación concreto y qué implicaciones puede tener ésta. Dentro de esos parámetros, más o menos objetivos y universales, cada relación será mejor o peor en base a las personas que la formen y sus comportamientos, actitudes y necesidades. 

Por un lado tenemos las relaciones monógamas, históricamente fomentadas por su utilidad para la perpetuación de la sociedad de clases. La monogamia, asociada generalmente a la heterosexualidad, ha servido a los Estados para asegurar la existencia de los núcleos familiares, en los que el hombre aporta la fuerza de trabajo, la mujer los cuidados y ambos engendran nuevas personas que continuarán con su labor. 
Sin embargo, aunque a veces no lo parezca, estamos ya en el S.XXI y algunas de estas cosas han cambiado de forma notable. Otras no tanto. Ahora las mujeres también forman parte de la mano de obra, pero mantienen su rol de cuidados, lo que aumenta notablemente la carga de responsabilidad de éstas. Además, la monogamia heterosexual sigue fomentándose a todos los niveles, aunque la imagen de núcleo familiar tradicional se desvanezca, como único método para que la clase obrera siga reproduciéndose. Y ahí entra de nuevo la mujer, pues en las posturas tradicionales y/o conservadoras continúa siendo la única capaz de traer vida al mundo y la principal responsable de mantenerla. 
Sabiendo todo esto, creo que se vuelve bastante evidente el hecho de que no deberíamos defender la monogamia a capa y espada, pues no es positiva bajo cualquier circunstancia, si no que hay que eliminar y modificar diversos rasgos de la misma para que así sea. 
Apoyar o celebrar, por ejemplo, el matrimonio tradicional sin excepción puede transmitir la imagen de que bajo este no subyace una relación desigual o que no existe una opresión estructural que lo respalda y fomenta. 
Pero esto no significa que una relación monógama no pueda ser, como dice mucha gente, "sana".
Una vez conozcamos las influencias externas y contextuales que nos llevan a la monogamia podemos trabajar por modificar todos aquellos rasgos y conductas que la hacen problemática. 
Se puede dar la monogamia no-heterosexual (obvio), entre personas que se consideran iguales, repartiendo tareas y responsabilidades, con cuidados recíprocos y creando una relación basada en los sentimientos y el respeto, en lugar de considerarla un medio para reproducirse y perpetuarse, una tradición impuesta en la que se entra (o se queda) con resignación. 
Y todo esto no la hace carente de análisis, es muy importante plantear siempre el porqué de las cosas, cuestionar absolutamente todo lo que hacemos y ver si están condicionados nuestros actos o no, pero sin que esto los invalide. 
Si dos personas son felices en una relación monógama, se quieren, se cuidan y se respetan, nadie puede decir que es una relación mala (o tóxica *sigh*) porque existan condicionantes sociales para forzar ese tipo de relaciones. Tenemos la capacidad de transformar las cosas, por lo que una relación monógama no tiene por qué estar cortada por el patrón hegemónico, si no que puede atender a otras dinámicas tras la reflexión, el análisis y el cambio. 

Por otro lado tenemos las relaciones abiertas (que, en cierto sentido, también pueden ser monógamas), polígamas, poliamorosas, etc. Este tipo de relaciones, si bien no han sido creadas en la actualidad, han experimentado un gran crecimiento con la liberación sexual, la separación de las religiones y los estados, la emancipación de la mujer, las victorias del colectivo LGBT y, en general, cualquier cambio social que haya provocado una ruptura con los valores tradicionales del capitalismo, profundamente influenciados por la herencia medieval religiosa. 
Sin embargo, esto no las hace exentas de problemáticas ni intrínsecamente liberadoras, pues en ellas se pueden dar todo tipo de dinámicas heredadas de las relaciones tradicionales, así como otras nuevas consecuencia de la adaptación del neoliberalismo a los cambios sociales. 
En relación a esto último, hemos de valorar el hecho de que el sistema capitalista es puramente individualista, propugnando el beneficio del individuo por encima del beneficio común. Esto es aplicable, e influencia de forma notable, a nuestra forma de relacionarnos con otras personas, incluyendo las relaciones sentimentales o sexoafectivas, como prefiráis llamarlas. 
Ante la decadencia de los valores tradicionales el liberalismo busca sacar tajada y fomenta que las relaciones interpersonales no generen vínculos fuertes que podamos utilizar para organizarnos y alzarnos. Llevado al tema que nos atañe deriva en relaciones de usar y tirar, la conversión de otras personas en herramientas, medios para conseguir un fin (generalmente el beneficio propio) y, en definitiva, "cosas" carentes de emociones con las que no empatizar. 
Es muy fácil caer en esta despersonalización de quien nos rodea en una relación abierta o semejantes, pues podemos ver en nuestra pareja el cubo en el que volcar nuestras emociones mientras que en las demás personas que pasen por nuestra vida no vemos más que instrumentos del placer, cuerpos de los que disfrutar un rato sin preocuparnos por sus sentimientos. En un sistema que aboga por dividirnos y separarnos, fomentar un tipo de relación que facilita la individualidad y la falta de responsabilidad emocional parece seguir el camino marcado, pero ¿es esto una característica indivisible de las relaciones abiertas o polígamas/amorosas? La respuesta es: no. 
Por un lado, la falta de responsabilidad emocional ya es parte de las relaciones monógamas tradicionales, pues toda la carga emocional es de la mujer mientras que el hombre se despreocupa de ello. A su vez, la conversión de personas en objetos también está normalizada en estas relaciones, siendo la infidelidad algo casi universal dentro de ellas (principalmente por parte del hombre, que reduce a la mujer a una carga que lleva en su vida mientras la engaña con otras a las que ve como un cuerpo más bonito o una compañía más complaciente).
Por tanto, estas acusaciones vertidas sobre las relaciones abiertas no señalan bien al responsable, ya que este tipo de relaciones, como mucho, facilitan esos comportamientos, pero no los crean ni fomentan. 
Acusar a las relaciones "alternativas" a la monogamia de ser adúlteras, promiscuas o insensibles es una herencia directa de la tradición religiosa que habla de pecados y corrupción de la carne. 
A su vez, normalizar el follar con doscientas personas y no volver a saber de ellas, mantener relaciones sentimentales con cero cuidados o negarse a empatizar/tener en consideración a las personas con las que se folle es muy problemático, pues fomenta el individualismo y la cosificación. 
Pero, como dije con la monogamia, la poligamia o las relaciones abiertas también pueden ser llevadas de forma "sana" y beneficiosa para las partes implicadas. En una relación abierta puede haber confianza, dedicación, cuidados, cariño, afecto, apoyo y empatía, ya no sólo entre las personas que la conforman, si no también entre esas personas y el resto de personas con las que se relación sexualmente. 
Lo relevante no es el tipo de relación, sino cómo se relaciona dicha persona con los demás, pues si alguien cosifica a las personas y las utiliza, lo hará igual en una relación abierta o en una relación cerrada. 
Dicho todo esto, ha quedado en evidencia que las relaciones abiertas o la poligamia sólo son empoderantes o liberadoras si se dan las características adecuadas, pues gestionadas de forma incorrecta pueden reproducir las mismas dinámicas dañinas de las relaciones tradicionales e incluso algunas nuevas. 

En resumen, este debate parte de una premisa errónea (buscar una relación ideal universal cuando no existe) y se desarrolla de forma equivocada (defender a ultranza una de las opciones en vez de señalar los pros y los contras de cada una de ellas para que puedan llevarse a cabo de forma satisfactoria). 
Las relaciones monógamas están condicionadas por la tradición y el sistema capitalista, pero pueden salirse de los esquemas para construirse en base al cuidado, el cariño y el respeto, ajenos a las dinámicas de poder desiguales que se fomentan. 
Las relaciones abiertas y la poligamia son la respuesta liberadora a esa imposición monógama, pero facilitan el desarrollo del individualismo y el sistema fomenta la cosificación de las personas para convertirnos en objetos de consumo, lo que puede conllevar actitudes y dinámicas problemáticas en este tipo de relaciones. 

Como vemos, en ambos casos existen aspectos que potenciar, otros que pulir y varios a eliminar, pero ninguno de los dos es perfecto como tal ni tiene la respuesta a la necesidad de relacionarnos de forma sana y satisfactoria. Es preciso trabajar en el cambio de mentalidad individual para poder transmitirlo a las relaciones y que éstas, en la forma en la que se den, no sean dañinas ni perpetúen las desigualdades estructurales.  
 

19/8/20

Guerra, patria y clases

Antes de comenzar con el tema principal que tratará el texto, creo necesario aclarar dos conceptos que utilizaré varias veces a lo largo del mismo. Por un lado, tenemos la democracia, palabra que utilizaré para referirme a una sociedad igualitaria, es decir, exenta de clases sociales, por lo que no debe ser relacionada con las democracias representativas que conocemos. Por otro lado, destacar que cualquier otro sistema social es contrario a la democracia real, por tanto es indiferente, con ciertos matices, que hablemos de monarquía, oligarquía aristócrata o democracia parlamentaria, pues en todos ellos existen clases diferenciadas que engendran desigualdad.

Dicho esto, el texto se centrará en la relación intrínseca existente entre la sociedad de clases, en todas sus formas, y la guerra, pues sólo un sistema asentado en la desigualdad podría sacar beneficio alguno del conflicto bélico.

10/8/20

Masculinidad tóxica, reproducida entre hombres, rebotando en las mujeres

Cuando se habla de masculinidad tóxica a menudo se piensa, directamente, en la forma que tenemos los hombres de relacionarnos con las mujeres en base a nuestra educación y en contraste con la “feminidad” de ellas. Sin embargo, lo verdaderamente relevante de la masculinidad toxica se encuentra en la relación del hombre consigo mismo y con los demás hombres, siendo derivadas de esto aquellas actitudes y comportamientos que dañan directamente a las mujeres. Por eso mismo este texto apenas va a estar enfocado a la relación hombre-mujer, si no a cómo se alimenta la masculinidad tóxica (o masculinidad a secas, pues en sí es un concepto problemático) en las relaciones entre hombres, yendo a la raíz de los problemas asociados a ésta. 

Democracia, Estado y dogmas

Hablemos de democracia, pero no de los sistemas “democráticos” que pululan por el globo, si no de la verdadera democracia, la que cuenta con todos los individuos del grupo para tomar decisiones.

Cuando hablamos de ésta la mayoría de argumentos en contra giran en torno a la supuesta incapacidad del ser humano para tomar buenas decisiones y/o vivir en armonía. Es por eso que necesitamos a políticos, reyes y demás plantel de acomodados para dirigirnos, ya que al parecer ellos están más capacitados para hacerlo (a veces por decisión divina y otras… aparentemente porque sí).

Pero ¿es realmente el ser humano incapaz de salir adelante sin alguien que le dirija?

4/3/20

Lo que hay dentro del Glovo

Es difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar de Glovo, para bien o para mal, pero lo que me ha quedado claro después de un año trabajando ahí es que hay grandes diferencias entre lo que la gente sabe y lo que realmente ocurre ahí dentro.
Ahora que ya he dejado ese trabajo, y por tanto sin temor a represalias, pretendo arrojar un poco de luz sobre el funcionamiento interno de la empresa, en contraste con lo que la propia empresa publicita de sí misma. 
(Quiero advertir que la información que ofrezco se basa en mi trabajo en Salamanca. Sé que hay variaciones regionales y locales, tanto en bonus como horas de trabajo e incluso condiciones. Para bien y para mal)

5/2/20

Ludopatía y micropagos en los videojuegos

Es tema de actualidad la ludopatía y las casas de apuestas, el impacto que tienen sobre la clase obrera y el daño que ocasionan en las familias humildes.
Y dentro del enorme problema de la ludopatía, hay un campo que pasa bastante desapercibido al ser considerado de "segunda fila". Se trata de los videojuegos y su, cada vez más amplio, sistema de micropagos.
Para esto no entraré en el tema de los DLC (contenido descargable de pago) porque no considero que generen una adicción per se, ni tampoco hablaré de los micropagos cosméticos (pagos para conseguir elementos decorativos dentro del videojuego) por el mismo motivo. Son problemas desde otras perspectivas, pero no creo que estén directamente relacionados con la ludopatía en los videojuegos.
Es por ello que me ceñiré a los micropagos que trascienden a la jugabilidad, los que influyen en el progreso y el crecimiento dentro del juego.